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Los Cuenteros (contando cuentos desde 2004)

Las jirafas tienen el cuello tan largo...

Las jirafas tienen el cuello tan largo... Las jirafas tienen el cuello tan largo por definición, eso me quedó bien clarito el otro día. Ahora bien, ¿quién hizo la definición de las jirafas?, ¿qué extraño o cómico-extraño ser podría estar interesado en definir a las jirafas así, con el cuello largo? Yo creo que fue un vendedor de corbatas, sí, uno de esos currantes que van a comisión, que necesitan vender y vender para ganar algo de pasta extra a final de mes o, quizás, para que les cuelguen su foto enmarcada de "Vendedor del mes" en un marco del Todoauneuroomás. Un vendedor de corbatas, un maldito vendedor de corbatas a comisión: el diablo de las jirafas.

Hace un par de días me crucé con una jirafa joven, de unos seis meses, y ya contaba que llevaba semanas con tortícolis, la pobre. "Tiesa, todo el día tengo que estar tiesa como un mástil si quiero conseguir alguna hoja que me quite el hambre", lloraba desconsolada y, a la vez, llena de rabia e ira, seguramente pensando en el maldito vendedor de corbatas que las definió. Se llamaba Curri, era una jirafa jovenzuela y salsera, que eso sí, contoneaba su cuello que daba gusto.

Algo bastante similar sucede con los muelles. ¿Qué me dicen de los muelles? Claro, no me dicen nada, a ustedes estas cosas no les importan, qué les van a importar, pero yo les voy a contar de todas formas lo que pasa con los muelles, porque soy así de cuentero. Todos odian a los muelles. Se rompe un juguete y mil muelles atacan simultaneamente al indefenso niño. Estamos tratando de reparar una radio, cuando de pronto un muelle traidor sale volando, se esconde en cualquier remoto rincón, y ya no podremos jamás reparar la radio, todo por el malvado, maldito muelle. Pero ¿qué culpa tiene el muelle, en el fondo? ¡Imaginen vivir siempre sometidos a tal presión! Y es que el muelle, si uno analiza la cuestión hasta sus últimas consecuencias, no es más que un alambre maltratado. El muelle quiere volver a ser recto, no quiere ser retorcido. Desea escapar a la condena que le ha impuesto un perverso ser con pinzas de retorcer. Por eso se impulsa adelante con la rabia ciega que saca un ojo al tierno infante o nos obliga a comprar una radio nueva.

Por cierto que no hay nada más triste que un muelle en reposo. Cuando ya se ha estirado todo lo que ha podido, por fin libre de la tensión que le aplastaba... se da cuenta de que ya para siempre su cuerpo está mutilado, y su alma se ha convertido en un alma perversa y en espiral. Un alma de muelle. Jamás podrá acceder a la sociedad de los nobles alambres rectos que a veces, como burlándose sutilmente de sus congéneres menos afortunados, trazan una leve parábola. Porque ellos pueden.

¡Hay que ver cuánta perversión existe en el mundo! Podría hablarles también de los cuidadores de bonsais, que hacen pequeñitos a los árboles. ¡Imagínense! Eso tiene que fastidiar mucho, naturalmente... Caramba, es cuestión de dignidad...

Peores son aquellos nefastos individuos que tienden a juntar bonsais y jirafas. Esos sí son odiosos. Como si no fuera suficiente castigo para cada uno de estos seres el que sufre cada uno por su lado, los juntan para joder un poco más a la Madre Naturaleza. Claro, la jirafa con su enorme cuello, cuando quiere comer las hojas del bonsai, que no levanta dos palmos del suelo, debe retorcerse cual muelle, con gran dolor de cervicales. Y si alguien cree que esta incomodidad de la jirafa beneficia al arbolito ¡qué equivocado está! No: lo que es llegar a las hojas, la jirafa acaba llegando. Y como el bonsai es pequeñito, se queda enseguida sin hojas, ¡y no vean cómo jode!

¿Y de los vendedores de martillos qué me dicen? Ésos sí que son malvados y malandrines. Todo el día intentando vender un martillo tildándolo de asesino. Los niños-clavos los odian, y los temen. Un martillo, por sí solo, no es mala gente, si por él fuera, ningún clavo ni clavito tendría que morir ahogado en una pared o en un tablón de madera y con dolor de trasero. Sin embargo, los vendedores de martillos, que también van a comisión, nos hacen creer que para eso están los martillos, para asesinar clavitos. ¡Ay del día que los clavos y los martillos unan sus fuerzas! ¡Quisiera yo ver a un vendedor de martillos entonces!, seguro que acababa bien clavadito en cualquier pared o en cualquier tablón de madera. Y como se les unan las jirafas ya ni os cuento, los vendedores de corbatas acabarían ahorcados, con su prenda preferida clavada en cualquier pared, enmarcados en un marco de Todoauneuroomás y en su propia infamia. Sería curioso, sí, y es que los vendedores a comisión suelen ser fastidiones por definición.

20 comentarios

toto -

daniel -

son unos pendejos los de interned

La que siempre llega tarde -

Joder, siempre llego tarde a todo, seguro que ya todos sean molado, y yo sin enterarme, esther, y tu tambien has llegado un poco tarde.

Esther...]* -

Weno wenoo k lioo haver marido de la señora de wena familia tu ni caso aseee eeee y el k le a dixo cabron a al marido de la señora de wena famalia cuando lo pille lo matooo ^^
weno xao xao

samanta burastero -

me encanto el cuento segui haciendolos chau!

arturo -

que la jirafa es suertuda de tener el cuello largo

El agente de la ley y el orden -

Señora, suelte esas tijeras... y eso otro...

La señora de buena familia -

Serás cabrón. Te vas a enterar.

El marido de la señora de buena familia -

Ay, ay.

La tijera -

Chac, chac.

La señora de buena familia -

¡No cortes las alas de mi libertad!

El marido de la señora de buena familia -

Gertrudis, te tengo dicho que no te juntes con esta gentuza.

La señora de buena familia -

¡Qué horror! ¡Molar todos juntos, qué promiscuidad! ¡Y así, delante de todo el mundo, sin el menor pudor! Estoy escandalizada...

El hippy -

Todos molamos, cada cual a su manera... molemos juntos y seamos felices...

El agente de la ley y el orden -

¡A ver! ¡Qué pasa aquí! Señor disidente, señor conspirador, ¿ya estamos? Aquí, conspirando, molando sin licencia para molar... ¿no? Ay, si es que no aprendéis...

El conspirador -

Eh, disidente, y si molamos nosotros por nuestra cuenta, y así... espera, ven aquí que te cuento el plan, que no nos oigan...

El disidente -

Disiento: no molan.

Pakito -

Eso, nosotros molamos.

Otro (que no es Pakito) -

Eso, vosotros moláis.

Cerro -

Mola. Los cuenteros molan. Tú molas, yo molo, nosotros molamos.