Blogia
Los Cuenteros (contando cuentos desde 2004)

El cuentero sin papeles

Casijuán Casigonzález.

Casijuán Casigonzález. El día que llamaron de la NBA a uno de los enanos del circo que había montado, supe que esto de llamarme Casijuán no era algo irrelevante. Llamarse Casijuán Casigonzález Casidelossantos y Casimontoro, es algo que marca la vida de uno, o de dos inclusive, que es lo que tiene el “clusive”, que si dos ya están justos, y encima marcados, pues se cortan las alas de la libertad del espacio vital y eso. Yo no fui un niño, fui un casiniño con una casimadre, y un casipadre al que casi conocí, pero se marcho de casinos, y así hasta la fecha. En el colegio casi aprobaba, la época del colegio fue una época dura, y siempre era el arbitro en los partidos del recreo. Y así siempre, o casi siempre, porque el casi es mi tercer cromosoma. Hubo un tiempo en el que mi cromosoma favorito era uno que tenía de Maradona, firmado por él. Me salió en un Phoskitos, el cromosoma, no Maradona. A Maradona le conocí en la Línea de la Concepción, allí me firmó el cromosoma, antes de un partido. Menos mal que se fue pronto de esa afable, pero amigable ciudad, porque la gente ya comenzaba a llamarla sólo La Concepción, y de ahí a la Concha hay un paso, y si sólo hay un paso hasta la Concha, es que estamos en Donosti, o cerca...
Pues eso, que el cromosoma “casi” es el que se impone en el árbol genealógico de mi patio neuronal, que no debe de ser muy privado, porque escucho voces que me dicen que asesine amistosamente al prójimo. Casi me casé con mi novia de toda la vida, casi me entregó su virginidad tras once años de vida casi monacal, y casi me escapo de los trompazos de su padre cuando supo que la niña andaba embarazada. Como casi siempre, yo no era el padre. El "casi" es mi “modus-vivendi”, la niña me puso los cuernos, y perdió su virginidad, con un tal Casimiro, y casi no me entero si no es porque un día me vi en una corrida de toros en la tele, y no estaba entre el público, sino que estaba en la arena diciendo “muuu” , y casi ya muerto. Cambiar de canal me salvó la vida, pero me alejo de las plazas y los aplausos, que son como una droga dura cuando te pega en la cabeza.
Después de los ruedos cualquier cosa es poca, así que me intenté hacer noble, y tuve que elegir entre gas, o susto, y me hice conde de Casiragghi. Esto de la nobleza me duró poco, justo hasta la Revolución Francesa, ahí ya me hice de cruces, pero sin que me vieran para evitar la horca, y me llamé Robespierre. Casi coló el cambio, pero tuve la mala suerte de tener una manía que me delataba; llevaba la mano en el pecho, ligeramente escondida tras la apertura de la casaca, y esto me perdió. Un día estaba en una taberna, ahí, con mis compañeros de revolución, y tal. Un tipo que había pidió un coñac Napoleón, y yo sin darme cuenta dije ¿qué? al oír Napoleón. Uno que fumaba en pipa, y se llamaba Sherlock Holmes me dijo, al escuchar mi “qué” : -si tu eres Robespierre, yo soy la Reina de Saba- y como la Reina de Saba sabían todos que no era, porque llevaba gorra con orejeras, pipa en la boca, y a un tipo al lado que se llamaba Watson, basica, o elementalmente, pues me tuve que escapar acusado de ser clon sin célula madre... Bueno, casi me escapo entero, primero me cortaron la cabeza, y luego me dijeron que lo mismo ahora me admitían en el Vaticano, de cardenal general de estrategias anticonceptivas. Al final fue que no, pedían experiencia y encefalograma plano...
Unos de los mejores años de mi vida fueron en la catedral de Notre Dame, cuando hice de Casimodo para la Walt Disney. Yo era el que doble de Cuasimodo en las escenas peligrosas. Fue duro, sí, pero después de lo de las plazas y los aplausos toreros, esto fue lo mejor. Hasta casi me tiré a la Sirenita, la tenía boba, ahí la tía, siempre llamándome merluzo, pero siempre sin abrirse de piernas la muy puta...
Después vino lo del circo, un circo montado casi como dios manda, con sus artistas, sus animales, sus presentador gordo de rojo, su nombre de circo, y su casi carpa. Sí, ese fue el primer problema, la casi carpa. Encargué la carpa por teléfono, y tuve la mala suerte de encargársela a una empresa que sólo usaba tam tam. Pasó que la conversión de línea telefónica, a tam tam, pues que pierde fuerza, además de que se me cruzó la línea con Maradona que estaba llamando a una tiendas de carpas para que le hiciesen unos pantalones. Escuchar un “hasta luego pibe”, “sssniiiffff”, y cortarse la comunicación, fue todo uno. El caso es que la carpa que me mandaron, pues me la mandaron por tam tam, y el tam tam no puede transportar más de medio kilo de peso. Total, que cuando llegó la carpa al circo, se la pusimos a una señora inglesa en la cabeza, a modo de gorro de lluvia, y le vendimos la única localidad cubierta que durante algunos años tuvimos en el circo.
Ahora ya me he acostumbrado a casi vivir bien, tengo un trabajo casi adecuado, trabajo de esperador... Pedí puesto para el teléfono de la esperanza, por eso de que no quería más tam tam, y como no tenían ya, perdí la esperanza, y me desesperé. Casi me mato, pero unos señores que son cazatalentos me vieron, y pasaron de largo. El que se paró fue un señor que me vio en mi desesperación, y me dijo que lo mejor para curarla era esperar, y esperé. Casi fueron diez años de espera, hasta que me llamaron de la oficina del paro para ofrecerme dejar de estar parado. Yo les dije que eran tantos años ahí, esperando parado, sin casi hacer nada, que opinaron que casi era mejor mandarme a un puesto de esperador que había libre, y ahí estoy ahora. Bueno, ahí no, aquí, pero que es ahí. Pues sí, trabajo esperando a una persona que casi coge el tren todos los días, pero al final no puede, y aquí ando de estación en estación, casi sin parar, esperando su no llegada. Es divertido, sobre todo en semana santa, esos días me suele tocar esperar a un casimilagro. Los casimilagros son hechos inexplicables que suceden cuando se tiene fe. A un señor que iba a morirse casi le salva la vida un casimilagro, el señor tuvo fe, y casi se salva. Si además de tener fe, hubiese tenido esperanza, o caridad, seguramente se habría salvado, pero por ateólogo, se quedó fiambre.
Bueno, pues esta es mi vida, o casi toda, espero no haberme equivocado al contarla casi, casi no me acuerdo de muchas cosas, sobre todo de las que me he tenido que inventar.
Ah, y también casi fui cuentero...

© Casijuán Casigonzález Casidelossantos y Casimontoro (esperador titulado)