¡Jo! Ya estamos en el 2007. Y todavía seguimos contando cuentos. Ya son tres años y las arrugas siguen sin aparecer, aunque, claro, las patas de gallo aparecieron hace mucho tiempo atrás. Sí, las patas del Gallo Kiriko. Alguien se lo zampó y nos lanzó sus patas cortadas por la ventana.
¡POBRE GALLO KIRIKO!
Era tan madrugador él... Cada mañana, al salir el sol, nos despertaba con su dulce canto: ¡KIKIRIKIIIIIIIIIIIIÍ!
¡Kikirikí!, ¡ains!, así nos despertaba, aunque a veces le daba el punto y lo que cantaba era Shakira, contoneando todas sus plumas.
Había que verle, el Gallo Kiriko, a sus treinta y nueve años de edad, bailoteando a lo Shakira.
¡POBRE GALLO KIRIKO!
Recuerdo una mañana en que no nos despertó, se había ido de paseo a Toronto y no le dio tiempo a volver antes de que saliese el sol. Pero bueno, así era él, todo un aventurero. De camino a Toronto se encontró con una autoestopista asesina, la subió a sus lomos y la llevó hasta un motel. Allí... bueno... creo que la invitó a cenar un sanwich mixto. Ella quedó conmovida por la amabilidad de Kiriko y por sus ojitos de querubín y decidió dejar su vida de autoestopista. Siguió asesinando, eso sí, pero ahora, mientras disparaba a diestro y siniestro, además conducía una Harley.
¡POBRE GALLO KIRIKO!
Ya en Toronto, por lo visto, el gallo Kiriko hizo nuevos amigos, luego los deshizo y se volvió para casa.
Nosotros seguíamos durmiendo apaciblemente cuando oímos un fuerte: ¡KIKIRIKIIIIIIIIIIIIÍ!
Así que, con lágrimas en los ojos por el hijo pródigo, nos vimos obligados a cogerle por el cuello y meterlo en el horno para que nos dejase dormir, con una pizca de limón, ¡je!, sólo dejamos las patas.
Érase que no se era, amiguitos, un día muy muy soleado... vamos, que estaba oscuro oscuro - igualito que un día no soleado -, total, que nuestro amiguito Toñín -que no es que se llamase así, pero no nos acordamos de su nombre- no había salido a pasear cantando "tralararí tralarará" al bosque encantado, porque era alérgico y un pelín vaguete (pero no era suizo), así que decidió quedarse en casa sobando. Y claro, ni se encontró con un búho sabiondo ni rescató a ninguna princesa de las temibles garras de Salah, la ardilla asesina. Tampoco le importó, ya que la idea que tenía Toñín de las princesas de los cuentos de hadas era que debían ser más lelas aún que las hadas madrinas, que ya es decir. Él prefería a las brujas pirujas y a las brujas no pirujas, ésas que te enseñan a distraer y a robar y vender las joyas de los ricachones en el mercado negro. Pero volvamos al momento que nos ocupa, el del día no soleado:
Toñín -o Rigoberto, que no recordamos bien su nombre-, se encontraba vagueando en su choza de caña y barro, una choza de chichinabo que le había okupado al primer Cerdito -sí, hombre, el primero de tres hermanos que se dedicaban a la construcción-, casi tan vago como Toñin, aprovechando que se encontraba en viaje de promoción del cuento: Los Tres Cerditos se construyen un adosado en Benidorm, y había dejado la puerta abierta. ¡De repente, apareció un ser maligno! ¡Era Salah, la ardilla asesina!... ¿Y sabéis lo que pasó, amiguitos? Pues nosotros tampoco.
-Cerro: (susurrando al oído de Pakito, le grita ) ¿Qué? -Pakito: Los Cuenteros han vuelto. -Cerro: (sorprendido) ¿Qué? -Pakito: Los Cuenteros han vuelto. -Cerro: ¿De dónde? -Pakito: De la Pampa. -Cerro: ¿La Pampa? -Pakito: Sí, la pampa de nata, que son muy golosos ellos. -Cerro: ¡Sí que lo son! -Pakito: Ya te digo, Recesvinto, son tan golosos que una vez entraron en una zapatería y pidieron un kilo de pasteles. -Cerro: ¿Sí? -Pakito: Así es, y cuando les dijeron que no tenían... ¿sabes lo que hicieron? -Cerro: Mmm, no sé, ¿acribillarles a balazos? -Pakito: Claro, claro, Gundemaro, ¡por desaboríos! -Cerro: Eso, eso, Recadero, ¡y por diabéticos! -Pakito: Claro, claro... si es que, niños, no se puede vivir sin chocolate en esta vida. -Cerro: Eso, y en otras vidas, con o sin chocolate, tampoco se puede vivir, ¡QUE NO SOMOS SUIZOS! -Pakito: ¡Eso mismo, Leovigildo! -Cerro: Que los suizos pueden vivir en las vidas que quieran, que para eso inventaron el chocolate. -Pakito: Y la batidora. -Cerro: ¡Uy, sí! -Pakito: Porque la batidora, Ataulfo, es un invento que ufffffff (girando la cabeza como la niña del exorcista en plan batidora) -Cerro: ufffffffffff (girando la cabeza como Pakito, que parece el niño del exorcista cuando actúa como si fuese una batidora). -Pakito: La batidora es mejor invento aún que los perros. GUAU -Cerro: Y que los gatos. MARRAMAMIAU MIAU MIAU -Pakito: ¿Los gatos de coche? -Cerro: Eso digo, Teodorico. -Pakito: ¡Qué gran invento los gatos de coche! Si no existiesen los gatos de coche, Khindasvinto, no podrían pincharse las ruedas. -Cerro: Claro, ni podríamos entrar en la tienda de la gasolinera a comprar chocolate mientras la parienta pone la rueda de repuesto. -Pakito: Ni aprovechar para atracar un par de bancos mientras la parienta pone la rueda de repuesto. -Cerro: Ni quitarle una rueda al coche mientras la parienta pone la rueda de repuesto para luego partirnos de risa cuando vea que le ha desaparecido otra rueda. -Pakito: Ja, ya te digo, Atanagildo, y todo debemos agradecérselo a la batidora. -Cerro: Y los inventores de los caramelos Ricola. -Pakito:¡Ays! ¡Benditos suizos! -Cerro: ¡Y bendita Pampa! -Pakito: Pampa de nata. -Cerro: Nata batida con batidora. -Pakito: Batidora blanca como la leche sin chocolate. -Cerro: Leche desaboría como los diabéticos. -Pakito: ¡Pues eso, Theudiselo! (los dos, a coro) ¡QUE NO SOMOS SUIZOS!
(Ambos Cuenteros subiendo y bajando a un ladrillo*)
* El ladrillo tendrá forma de escalón, vamos, tendrá forma de ladrillo normal y corriente, como un escalón normal y corriente y no uno de esos escalones ultramodernos de hoy en día que parecen calabazas y no escalones de toda la vida que es a lo que se parecen los ladrillos normales y corrientes.
Cerro - ¡Qué bonitas vistas!, ¡qué gran deporte me has convencido para hacer hoy! Pakito- Sí, y qué sano que resulta. Cerro - Sí, para la asfixia. Pakito- Eso, y ¡qué sano para el cansancio!
*****
Cerro - Oye, Pakito, ¿cómo se le llama a este tipo de deporte de riesgo?, ¿escalada alpina?, ¿escalada supina?, ¿trepanación de ochomiles?... Pakito- Subir escalones. Cerro - ¡Ah! Pakito- Sí, es un deporte muy antiguo, antiquísimo, que ahora está otra vez de moda.
*****
Cerro - ¿Quién lo inventaría? Pakito- ¿El qué? Cerro - El escalón, quién inventaría el primer escalón de la Historia. Pakito- (con convencimiento total y absoluto) Los egipcios. Cerro - ¡Ah, sí!, por los gatos. Pakito- Es que los gatos... MARRAMAMIAÚ MIAÚ MIAÚ Cerro - Los gatos saben de todo. Pakito- Sí, y no les importa que las escaleras resbalen y la gente que caiga rodando por ellas, como ellos caen siempre sobre sus patas... Cerro - Así podrán.
*****
Pakito- (secándose el sudor con la manga de la camisa) ¡Uf! Cansa, ¿verdad? Cerro - ¿El qué? Pakito- Subir escalones. Cerro - Ya te digo, pero conozco un truco para que no canse tanto. Pakito- ¿Cuál? Cerro - Subamos escalones hacia abajo.
*****
(Los dos, igual, sólo que ahora en vez de subir, bajamos escalones)
Pakito- Esto ya es otra cosa. Cerro - Sip. Pakito- Seguro que los egipcios ni se dieron cuenta de que los escalones también servían para bajarlos. Cerro - Seguro, por eso se extinguió su imperio, ellos seguro que subieron y subieron y allí arribita que se quedaron. Pakito- ¡Qué pringaos los egipcios! Cerro - Y sus gatos. Pakito- Seguro que allí arribota del todo había cien perros gigantes con muy malaspulgas esperando para comérselos. Cerro - ¿A los gatos? Pakito- Y a los egipcios pringaos. Cerro - Seguro. ¡Menuda merendola debieron darse los perros gigantes! Pakito- Juás, menos mal que nosotros vamos subiendo escaleras hacia abajo, si no nos comerían los perros gigantes al llegar arriba del todo. Cerro - ¡Menos mal!
*****
(Al llegar abajo del todo, paramos de bajar escalones)
Pakito- Bueno, ya hemos llegado abajo del todo. Cerro - Sí, y estamos sanos y salvos. Pakito- Sí, ¿qué es eso? Cerro - ¿El qué? Pakito- Eso que tiene colmillos. Cerro - ¡Perros gigantes! Pakito- ¡Perros gigantes! Pakito y Cerro - (Saliendo pitando) ¡Ahhhhhhhhhh!
* Puedes parar el vídeo pulsando Esc. ** Éstos no somos los Cuenteros, son Jane´s Addiction y sólo han pasado por aquí como prueba, luego los cambiaremos por nosotros.
En www.radiopuebla.com (¡Se puede escuchar en directo desde la Web!)
ACTUAMOS LOS CUENTEROS. Entre 5 y 10 minutos, para que no os muráis de risa y podáis seguir trabajando y hablando en la comida de lo divertidísimos que somos.
RADIO PUEBLA 107.2 FM Lunes a las 13,30. PAKITO Y CERRO, LOS CUENTEROS
* Y podéis llamar a la radio para contar lo mucho que os hemos gustado.
AGENCIA JEFE INFORMA: Los Cuenteros realizaron una actuación casi mágica, casi perfecta y casi casi para morirse de risa en La Puebla de Montalbán, el fabuloso pueblo donde nacieron Fernando de Rojas y otros. Y entre Casildo y Melopea, pues actuaron Los Cuenteros para robar piruletas y muchas risas.
Cerro - Hola, Pakito. Pakito- Hola, Cerrito. Cerro - Nonono, yo soy Cerro, no me llames Cerrito. Pakito- ¡Ah!, pues entonces yo seré Pako, no me llames Pakito. Cerro - Pero Pakito... es que tú eres Pakito. Pakito- ¿Porque soy pequeñito? Cerro - No, hombre, es un diminutivo cariñoso. Pakito- ¿Porque me amas? Cerro - En cierto modo... sí. Pakito- Pues yo nunca podré amarte a ti, Cerro, soy cinéfilo. Cerro - ¡Ah! Pakito- Sí, estoy enamorado de las estrellas de cine. Cerro - ¿Qué tipo de cine? Pakito- Porno, por supuesto. Cerro - ¡Ah! Pakito- Sí, ése donde las mujeres se desnudan y los hombres se desnudan y todos bailan al son de un tambor indio de Caracas. Cerro - ¿Y no cogen frío? Pakito- Ná... tienen estufas. Cerro - ¡Ah! Pakito- Sí, y un microondas que dice: "ya tiene usted el café hecho, señora actriz porno". Cerro - ¡Qué cosas! Pakito- Pero yo no soy cinéfilo sólo por eso. Cerro - ¿Hay algo más? Pakito- ¡Claro! Luego está lo de las metáforas. Cerro - ¿Metaqué? Pakito- Metáforas, es cuando sacan un látigo. Cerro - ¡Ah! Pakito- Sí, representa la liberación de todos los esclavos del mundo, el fin de los malos días y del trabajador explotado y la libertad de expresión. Cerro - Claro, por el ¡PLAF! Pakito- Sí, por el ¡PLAF! que hace el látigo, eso es libertad en toda su expresión. Cerro - Ya, pero duele. Pakito- No, hombre, es sólo una película, son efectos especiales, igual que cuando hacen el acto. Cerro - ¿El acto? Pakito- Sí, el acto. Verás: una representación dramática se divide en actos y escenas, y ahí los del cine porno, que, además de tener buenas tetas y pollas, son muy listos, pues han decidido hacer escenas y actos, todos muy parecidos, pero distintos a la vez. Cerro - ¡Ah! Oye, Pakito, ¿tú crees que se puede decir "tetas" y "pollas" por la radio? Pakito- Claro, pero sólo si lo dices dentro de un contexto, como, por ejemplo, el cine porno, así no es pecado. Cerro - ¡Ah! Ni tampoco suena el ¡PIII! maldito. Pakito- No maldigas, que entonces sonará el ¡PIII! maldito. Cerro - Pss, no maldigas, que entonces nos censurarán. Pakito- Claro, igual que el cine porno, que lo censuran. Cerro - Pero sólo a veces. Pakito- Sí, sólo lo censuran cuando tiene un diálogo interesante. Cerro - Ya, porque estresa. Pakito- Sí, es que no se puede estar pendiente del acto y de los diálogos a la vez. Cerro - Pero no podemos hacer nada. Pakito- Sí, la censura es la censura. Cerro - Ya, ahí tenemos las manos atadas. Pakito- Sí, igual que en el cine porno. Cerro - Pero con ropa. Pakito- Eso, que nosotros no tenemos estufa que nos abrigue. Cerro - Ni un microondas que nos llame "Señora actriz porno". Pakito- Ni látigo. Cerro - Ni ¡PLAF! Pakito- Ni grandes tetas. Cerro - Ni grandes... bueno, mejor me callo. Pakito- ¡Hum!, sí, mejor no digas nada, Cerrito. Cerro - Te he dicho que no me llames Cerrito. Pakito- Vale, te llamaré Juana. Cerro - ¿De Arco? Pakito- No, de Ballesta. Cerro - ¡Andá, como Guillermo! Pakito- ¿Tell? Cerro - No, Guillermo Primero. Pakito- ¿El rey que se puso un vestido inexistente y los niños se reían de él diciendo que iba desnudo? Cerro - Sí, como en el cine porno. Pakito- ¡Qué risa! Cerro - Sí, y qué excitación. Pakito- Ya ves, y no como con los Documentales de La Dos, que sólo producen sopor. Cerro - Sí, sopor y sueño. Pakito- Y somnolencia. Cerro - Como los medicamentos. Pakito- Y las señoras actrices porno. Cerro - ¿Te dan sueño las actrices porno? Pakito- Sí, siempre me dicen lo mismo. Cerro - ¿El qué? Pakito- "Vete a freír espárragos". Cerro - Te confundirán conmigo. Pakito- Supongo, o contigo. Cerro - O consigo. Pakito- O consorte. Cerro - O convexo. Pakito- O con sexo. Cerro - Igual que el cine porno. Pakito- Sí, pero sin actuar. Cerro - Y sin látigo. Pakito- Y sin ¡PLAF! Cerro - Eso, sin ¡PLAF! ni libertad de expresión. Pakito- Va a ser que tienes razón, Cerro. Cerro - Sí, puedes llamarme Cerrito si quieres. Pakito- Es que ya no puedo. Cerro - ¿Por qué? Pakito- Porque soy cinéfilo. Cerro - ¡Ah! No me digas más. Pakito- Vale, hasta luego, Cerro. Cerro - Hasta luego Pakito.
El otro día le quité una piruleta a un niño, por la espalda, que parecía más fácil que quitarle la piruleta a un niño de frente.
¡Pues no la soltó el enano!, cuando levanté el brazo llevaba un niño a una piruleta pegado. Así que tuve que balancearlo hacia los lados y estamparle contra una farola hasta que cayó desmayado y ya pude comerme la dichosa piruleta.
Y luego claro, para que no se lo contase a su papi, que de papi nada, que era todo un padrazo (1,90, por lo menos), pues le compré una piruleta nueva y el nano tan contento.
Pero al ver la nueva piruleta me entraron ganas de quitársela. "Debe ser tan fácil como quitarle una piruleta a un niño"- me dije. Y otra vez a empezar...
Repetí la operación varias veces, hasta que me quedé sin centímos para comprar más piruletas y, cuando el enano comenzó a llorar y patalear y su padrazo se dio la vuelta, hice lo propio, le dije: "Ha sido ése", se ha marchado por ahí".
Cuando el padrazo demostró que su cerebro no era proporcional a su tamaño y dobló la esquina dispuesto a pillar a un hombre inexistente, le di al niño una galleta, por llorón.
Y cuando me fui, el niño no dejó de llorar para despedirse de mí, ¡qué maleducado! ¡qué antisociales que son estos niños!
Cancervecero era un perro con tres barrigas. Cuidaba celosamente las puertas de la bodega del tío Manué. Manué tenía la mejor cebada y la mejor fórmula secreta para hacer la mejor cerveza, todos lo sabían y todos la deseban, pero el miedo que desataba Cancervecero en las almas de los mortales era tal que jamás nadie se atrevió a robar ni las semillas para la cebada ni la fórmula secreta para la cerveza divina del tío Manué.
Pasaron los años y Cancervecero quedó ciego, es decir, además de seguir estando ciego de cerveza, también se quedó ciego de ver, de ver y de los ojos. Y, claro, una noche que el tío Manué se acercó a por un poco de cebada para hacer su riquísima cerveza, Cáncer, que así lo llamaba tío Manué cariñosamente, le arreó un bocado de aquí te espero comiendo un huevo con pan y limón y si vuelves me zampo hasta tu corazón. Tío Manué, que no tenía dos pelos de tonto, no volvió, amaba mucho su corazón para arriesgarse a que Cáncer le dejase sin él, así que se fue, cogió sus cosas y se puso a navegar, navegar y descubrió las tormentas marinas en su velero, y los tifones, y murió embestido por una ola.
Fue una pena lo del tío Manué, en especial para sus sobrinos, que decían: "¿dónde está el tío?, ¿dónde está el tío?", mientras lloriqueaban sin cesar. Es que eran muy pequeñitos los sobrinos. Pero más pena nos dio a todos lo de la cerveza mágica, cuya fórmula secreta se hundió junto al pringao del bodeguero y nos dejó a todos con la boca seca y teniendo que beber Cruzcampo, puag, en lugar de la maravillosa cervecita fría del tío Manué. "¿Y Cancervecero?, ¿qué pasó con Cancervecero?", os preguntaréis, le freímos a tiros, a él y a sus tres barrigas, por cegato.
Cérrulo: Hola Pákito. Pákito: Hola Cérrulo. Un elefante se balanceaba sobre la tela de una araña. (Pausa) Cérrulo: ¿Ah, sí? Pákito: Sí. (Pausa) Cérrulo: Qué interesante. ¿Y no se caía? Pákito: ¿Quién? Cérrulo: El elefante. Pákito: Ah, el elefante. Cérrulo: Sí, de la tela de la araña. Pákito: Ah, de la tela de la arña. Pues no, no se caía. (Pausa) Cérrulo: ¿Y? Pákito: Bueno. Como veía que no se caía, fue a buscar a otro elefante. Cérrulo: ¡Bien hecho! Pakito: Claro, cuantos más mejor. Cérrulo: ¡Eso es! Dos elefantes, mejor que un elefante. (Pausa) Pákito: Dos elefantes se balanceaban sobre la tela de una araña. Cérrulo: ¡Lo suponía! Pákito: Claro. Cérrulo: Y supongo que se caerían, ¿no? Pákito: ¡Qué va! Y como veían que no se caían... Cérrulo: (interrumpiendo) ¡Fueron a llamar a otro elefante! Pákito: ¡Sí! ¿Cómo lo sabías? Cérrulo: ¡Intuición! ¿Y a que adivino como sigue la historia? Pákito: ¡A ver! Cérrulo: (dándose importancia) Etcétera. Pákito: ¡Etcétera! ¡Magnífico! Muy bien, Cérrulo, eres fantástico. Cérrulo: Tú más, intrépido Pákito, tú más... ¡Pero me temo que nos estamos vovliendo un poco esdrújulos! Pákito: ¡Sí! ¡Qué rárulo! Cérrulo: Ya te dígogo.
Cerro - ¿Sabes lo que me pasó el otro día? Pakito- Sí. Cerro - ¡Vaya! ¿Y el día anterior? Pakito- ¡Ah, jejé, sí, me acuerdo, ¡qué divertido! Cerro - ¿Y sabes también lo que me ha pasado hoy? Pakito- Mmm... No, eso no lo sé, pero imagino que voy a tener que saberlo. Cerro - Pues sí. Hoy me han dicho que copio "esquetches" de Faemino y Cansado. Pakito- ¿Quiénes son ésos? Cerro - Faemino y Cansado, tío, unos humoristas de lujo. Pakito- ¡Ah! ¿Como Tip y Coll? Cerro - No, bueno, sí, también son un dúo, pero son personas distintas. Pakito- ¡Ah! ¿Y dices que copias "esquetches" de Faemino y Cansado? Cerro - No, bueno, sí, pero sólo en casa, frente al espejo, en las actuaciones no. Pakito- (rascándose la barbilla) Interesante... Cerro - ¿Tú copias "esquetches" de Faemino y Cansado en las actuaciones? Pakito- No, yo sólo hago versiones de los Pitufos. Cerro - ¿Los Pitufos? Pakito- Sí, hombre, esos enanitos que son todos príncipes. Cerro - ¡Ah! Sí, ya sé, tú hablas de los Snorkels. Pakito- ¿Pumuki? Cerro - ¡Los Diminutos! Pakito- Esos mismos. Cerro - ¡Qué pequeñitos que son! Pakito- Sí, para economizar. Cerro - Y también para ahorrar dinero. Pakito- ¡Uy, sí! (aconsejando) Niños: es que es muy importante ahorrar dinero... Cerro - Buuuuuuú, mucho, sí, muy importante, muy importante, casi casi importantísimo. Pakito- Sí, casi casi. Que luego tenéis que romper el cerdito y darnos vuestra pasta a los Cuenteros. Cerro - ¡Uy, sí! Eso es más importante aún. Pakito- Sí, no hagáis como los Diminutos, que ésos no nos dan ni un centavo. Cerro - Ni un milavo. Pakito- Ni un centauro. Cerro - Ni un cenutrio. Pakito- Ni un sanjacobo. Cerro - Ni una minifalda. Pakito- Ni nada, nada nos dan los Diminutos. Cerro - Son unos agarraos, los Diminutos. Pakito- Y unos rácanos. Cerro - Y más. Pakito- ¿Y sabes qué te digo? Cerro - Sí. Pakito- ¿Y sabes qué más? Cerro - ¡Ah, jejé, sí, lo sé, lo sé, ¡qué divertido! Pakito- ¿Y sabes otra cosa más que te digo? Cerro - Mmm... No, eso no lo sé, pero imagino que voy a tener que saberlo. Pakito- Imaginas bien. Cerro - Sí, soy una persona muy imaginativa. Pakito- Buuuuuuuú, ¡vaya si lo es! Cerro - Cerro "el Imaginativo", me llaman. Pakito- (al público en voz bajita y señalando a Cerro) Si es que le llaman.
Cerro - ¿Y qué me dices? Pakito- Que Faemino y Cansado son dos. Cerro - ¡Hummm! Sí, suelen serlo. Pakito- Y uno es Faemino y el otro es Cansado. Cerro - Eso mismo pienso yo. Pakito- Y Tip y Coll también son dos. Cerro - Sí, y uno es Tip y el otro es Coll. Pakito- Y Valle y Nclán también son dos. Cerro - Ajá, marido y mujer. Pakito- Sí, Valle el marido y Nclán lo otro. Cerro - Y los siete enanitos también son dos. Pakito- Sí, pero tan pequeños que parecen siete. Cerro - Ya ves, cuando se juntan en una manifestación parecen hasta diez, por lo menos. Pakito- Claro, de los gritos que pegan. Cerro - Y porque saltan. Pakito- Y como no son mancos, pues levantan los dos brazos y parecen el doble. Cerro - Y con el cucurucho rojo que llevan de sombrero parecen enanos altos. Pakito- Sí, jugadores de baloncesto. Cerro - Y Blancanieves también son dos. Pakito- ¡Ays, Blanca y Nieves! ¡Qué buenas que están! Cerro - ¡Y qué pastel de manzana más rico que hacen! Pakito- Y uno más uno... ¡también son dos! Cerro - Y un petitsuisse también son dos. Pakito- Sí, Petit y Suisse, pero son personas distintas. Cerro - Sí, todas son personas distintas. Pakito- Aunque a veces parezcan similares. Cerro - O, incluso, gemelas. Pakito- ¡Y la vida te da sorpresas! Cerro - ¡Y sorpresas te da la vida! Pakito y Cerro - ¡Ay, Dios!
Queridos niños, la vida es tan bonita... ¡uff, qué bonita que es la vida! ¿A que sí? He preguntado: ¿a que sí? (Público: "¡¡¡Siiiiiiiií!!!"). Bien, pues os voy a contar la Historia de Cras:
Cras vivía en un pueblecito muyyy muy lejos de aquí, tan lejos que la gente decía: Cras vive allí. Cras sólo tenía 6 meses y no sabía andar erguido, así que iba a todas partes gateando y así, gatea que te gatea, llegó hasta la tarberna y se pidió un güisqui. ¿Sabéis lo que pasó, niños? Claaaro, que ¡GLUP!, se lo bebió de un trago. Y en ésas, apareció ella, y él supo al instante que ella era su amor... ¡Ay, el amor!
EL AMOR
Sí, sería una desgracia... En fin, niños, que Cras le maulló al oído tímidamente y ella sonrió por el piropo y pestañeó encantada de la vida por las palabras tan bellas que habían salido de la boca de Cras. Y Cras se pidió otro güisqui y ¿sabéis lo que pasó? Claaaro, que ¡GLUP!, también se lo bebió de un trago. Y en ésas que ella acerca sus labios a los de Cras y le besa y los labios de Cras se llenaron de alegría... ¡Ay, la alegría!
LA ALEGRÍA
Eso, una verbena. Con berenjenas. Y con cocacolas y panchitos... y no, nonono... a Cras no le gustan los panchitos. A él le gusta el güisqui, así que se pidió otro güisqui y ¿sabéis lo que pasó? Claaaro, que ¡GLUP!, se lo bebió de un trago. Y en ésas que aparece el tercero, el novio de ella, que, como todos los novios de ellas, era muyyy grande. Y claro, queridos niños, el novio de ella, que había visto todo o se lo había olido, tenía los ojos llenos de odio y venganza... ¡Ay, la venganza!
No, no nos quedamos quietos. Mientras buscamos otros locales y otras actuaciones, seguimos en el Ilyendil, compitiendo con la música que viene de arriba, esperando que algún día los aplausos no dejen oir la música de arriba... Y mientras tanto seguimos con nuestros públicos pequeños pero selectos, siempre variopintos y siempre tan majos: ¡cómo se alegraron cuando se enteraron que tenemos la intención de forrarnos a su costa! ¡Pero qué majos son! Menos el de rojo.
Pakito: Entonces... usted es el cuentero. Cerro: Así es. Pakito: Y dice que se llama Pakito. Cerro: No, usted se llama Pakito. Pakito: ¿Yo? No lo creo, pues me llamo Edelmiro López, y soy corresponsal. Cerro: No me diga. Pakito: Pues sí, y venía a hacerle una entrevista, señor Pakito. Cerro: Pero yo soy Cerro. Pakito: ¿Cerro, el cuentero? Cerro: El mismo. Pakito: Pues mire qué bien. Cerro: Pues sí, y ¿dice que quería entrevistarme? Pakito: Bueno, yo venía a entrevistar al cuentero Pakito, no sé si usted me servirá... Cerro: No sé... a ver qué podríamos hacer... ¡ya sé! Pakito: ¿Ya? Cerro: Sí... rápido... ¡cambiémonos de lugar! (Se cambian de lugar) Cerro: Vale, ya nos hemos cambiado de lugar. ¿Y ahora? Pakito: Ahora... vuelva a probar. Cerro: ¡Ah, vale! Entonces dice usted que es cuentero. Pakito: Sí señor. Soy cuentero. Cerro: ¿Pakito, el cuentero? Pakito: El mismo. Cerro: ¡Lo que me ha costado encontrarle! Había otro cuentero, pero no era usted, no recuerdo como se llamaba... Pakito: ¿Cerro? Cerro: ¡No! No puede ser... Pakito: ¿Por qué? Cerro: Es que... Cerro soy yo... Pakito: ¡Ah! Pues... en ese caso... quizás fuese un tigre. Cerro: ¿El tigre Roberto? Pakito: El mismo, ¿lo conoce? Cerro: Sí, es un tigre muy cuentero. Pakito: Y con rayas. Cerro: Sí, rayas muy grandes. Pakito: Sí... bueno... y pequeñitas. Cerro: Pues cuénteme su vida, señor Pakito. Pakito: Yo nací... Cerro: Sí... Pakito: Sí, nací. Cerro: ¡Vaya! ¡Qué vida más llena de hazañas y genialidades! Pakito: Y que lo diga, pero ahora viene lo mejor... Cerro: Es que se nos ha acabado el tiempo de entrevista. Pakito: ¿Ya? Cerro: Sí, acaban de terminar sus quince minutos de gloria. Pakito: Pues mini mini... Cerro: Mini mini...