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Los Cuenteros (contando cuentos desde 2004)

QUIJOTE Y SANCHO

QUIJOTE Y SANCHO

CAPÍTULO LIX. Que trata de la grandiosa aventura de Quijote y Sancho extraviada por Cervantes.

Quijote - ¡Sooooooo!
Sancho - ¡Sooo, mulaaa!
Quijote - ¿Y ahora qué hacemos, mi fiel escudero Sancho?
Sancho - ¡Y yo qué sé! Si éste es el capítulo que extravió Cervantes.
Quijote - ¡Ays!, ese Cervantes... ¡menudo genio!
Sancho - Y que lo diga vuesa merced, si nos hubiese escrito Lope de Vega otro gallo nos cantaría.
Quijote - Sí, "a mis soledades voy,/ de mis soledades vengo".
Sancho - ¿Qué?
Quijote - Nada, una rimilla que me ha salido al hablar de Don Lope.
Sancho - ¡Ah!
Quijote - En fin, pues tendremos que hacer algo.
Sancho - Sí, algo tendremos que hacer... (se rasca la cabezota, como pensando). ¡Ya sé, bailemos una jota!
Quijote - ¿Una jota?
Sancho - Sí, una jota manchega.
Quijote - ¿Una jota manchega?
Sancho - Sí, es la que viene después de la i en el albecedario y después del 10 en la baraja francesa.
Quijote - ¡La baraja francesa! ¡Prefiero la baraja española! Yo me pido el caballo de espadas.
Sancho - ¡Vale, y yo el rey de oros!
Quijote - ¿El rey de oros?
Sancho - Sí, que es el que más maravedís tiene, es rico rico.
Quijote - ¡Ja! Pero si ahora lo que se llevan son los euros.
Sancho - Es verdad, que hemos entrado en la Unidad Europea.
Quijote - ¿En la Unidad Europea? Pero si eso será hacia el 2000.
Sancho - Eso es, eso es. ¡Mire!
Quijote - ¿Dónde?
Sancho - Allí, ¡Dulcinea! (coge a una dama del público "voluntaria" y la saca al escenario, entre medias de los dos Cuenteros).
Quijote - Es cierto, es mi querida Dulcinea, ¡vamos a matarla!
Sancho - ¿A matarla?
Quijote - Sí, a matarla.
Sancho - Pero si es mi novia.
Quijote - ¿Qué?
Sancho - Sí, (mirándose los dedos de los pies como si no hubiese roto un plato) es que como vi que usted no tenía nada que hacer...
Quijote - En fin, pues entonces no podemos matarla.
Sancho - Va a tener razón.
Quijote - Claro, debemos quemarla en la hoguera, ¡por urraca!
Sancho - Eso, ¡por urraca!
Quijote - ¡Por molino!
Sancho - Eso, ¡por molino!
Quijote - ¡Por hacer algo!
Sancho - ¡Y por dar espectáculo al público!
Quijote - ¡Al público variopinto!
Sancho - ¡Eso, al público variopinto!
Quijote (dirigiéndose al Dulcinea) - ¿A ti qué te parece si te quemamos en la hoguera? (antes de que responda) ¡Calla! No digas nada, no nos vayas a estropear esta improvisación.
Sancho - Eso, date cuenta de que Cervantes extravió este capítulo y si no te quemamos no sabremos qué hacer (y enciende un merecho a los pies de Dulcinea, dispuesto a prenderla fuego).
Quijote (dirigiéndose a Sancho) - ¡Espera Sancho! Que he pensado que si la quemamos es posible que arda.
Sancho - Hummm, sí, es posible, pero necesario, mi señor.
Quijote - No, hombre, también podemos darle un beso en la mejilla y dejarla partir como bella dama.
Sancho - Eso, como bella dama.
Quijote (dirigiéndose a Dulcinea) - Parta usted, bella dama.
Sancho - Vale (haciendo el ademán de marcharse)
Quijote - Tú no, escudero, ella, la bella dama. Tú cabalga en tu jumento.
Sancho - Vaaale, tocotó tocotó tocotó...

El otro día

Pakito: El otro día...
Cerro: ¿El otro qué?
Pakito: Día. El otro día.
Cerro: ¿Día? ¿Qué es eso?
Pakito: Pues un día... es un día.
Cerro: ¿Es una tienda?
Pakito: No, no, es una unidad de tiempo.
Cerro: ¿Como un segundo, algo así?
Pakito: Bueno, algo así, pero mucho más grande.
Cerro: Ah...
Pakito: Un día viene a ser un puñado de segundos.
Cerro: ¿Tanto?
Pakito: Sí, sí...
Cerro: Ah, vale... Pero me parece mucho...
Pakito: Sí, es que un día es una unidad de tiempo grandota grandota.
Cerro: Colosal, diría yo.
Pakito: Dirías bien. Bueno, pues el otro día vi a un niño...
Cerro: ¿Un niño?
Pakito: Sí, un niño. ¿No sabes lo que es un niño?
Cerro: Pues no.
Pakito: Es como una persona...
Cerro: ¡Ah! ¡Ya sé! Por ejemplo... James Dean.
Pakito: No, hombre no, es como una persona, pero en pequeñito...
Cerro: ¿Una persona en miniatura? Qué raro, y para qué sirve eso.
Pakito: Pues no sé, supongo que para economizar.
Cerro: ¿Para economizar?
Pakito: Claro, consume menos...
Cerro: ¡Ah! Vale...
Pakito: Bueno, pues el otro día iba por la calle, cuando vi a un niño...
Cerro: ¿Qué?
Pakito: Un niño...
Cerro: No... lo otro, que ibas ¿por la qué?
Pakito: Por la calle.
Cerro: ¿Calle?
Pakito: Sí, calle.
Cerro: ¿Y eso qué es?
Pakito: Hombre, pues cuando estás en un pueblo o en una ciudad, y no estás en un edificio, estás en la calle.
Cerro: ¡Ah, claro! Entonces estabas en un parque.
Pakito: No, no. Estaba en la calle, ya sabes, esa cosa que hay entre los edificios.
Cerro: ¡Ah, tú quieres decir la cosa esa negra que pisan los coches!
Pakito: No, bueno, eso también es calle, pero yo iba por la cosa gris que bordea a la cosa negra que pisan los coches.
Cerro: Ah...
Pakito: Pues sí, iba por la cosa gris porque no quiero que me pisen los coches a mí.
Cerro: ¡Lógico!
Pakito: Sobre todo, porque hay muchos asesinos.
Cerro: ¡Uy, sí!
Pakito: Y si te atropellan, no sólo te matan, sino que encima les sale barato matarte.
Cerro: ¡Claro! No gastan ni una bala ni nada.
Pakito: Por eso. No conviene ponerlo fácil.
Cerro: Claro, claro.
Pakito: Bueno, pues voy yo por la calle, y me encuentro a un niño, y resulta que era el hijo de...
Cerro: ¿Hijo?
Pakito: Sí, digo que era el hijo de...
Cerro: Pero qué es un hijo.
Pakito: Hombre, un hijo es un tipo de niño.
Cerro: Ah...
Pakito: Es un niño al que uno tiene que cambiar los pañales, educar, y dar una sólida formación para que sea un hombre de provecho el día de mañana. Claro está, sólo si uno es su padre.
Cerro: Ah, pues haberlo dicho antes...
Pakito: Bueno, el caso es que un hijo es uno de esos niños que vienen de París...
Cerro: ¿De París?
Pakito: Sí, claro, le trae la cigüeña.
Cerro: Anda, qué maja. ¿Y le trae de París?
Pakito: Eso es.
Cerro: Entonces es un niño francés.
Pakito: Claro.
Cerro: O sea, un tipo pequeñito, y francés.
Pakito: Eso mismo.
Cerro: ¡Qué cosas!
Pakito: Bueno, el caso es que iba yo andando por la calle, y me encontré a un niño, que resulta que era el hijo de... ¡Bueno! Qué más da de quién fuera hijo.
Cerro: Eso digo yo.
Pakito: El caso es que le di una bofetada.
Cerro: Bien hecho. Por niño.
Pakito: Por niño.
Cerro: Por pequeñito.
Pakito: Eso, por pequeñito. Y si hubiera visto a su padre, el alcalde, a él también le hubiera caído una bofetada.
Cerro: ¡Eso! ¡Por alcalde!
Pakito: ¡Eso!
(Pausa)
Cerro: Jo, pues si te contara yo lo que me pasó el otro día...
Pakito: ¿Día?
Cerro: Sí, hombre, día, recuerda, la unidad de tiempo...
Pakito: ¡Ah, claro! Algo así como un siglo, ¿no?
Cerro: Sí, pero mucho más pequeño.
Pakito: Ah...
Cerro: Un siglo viene a ser un buen puñado de días...
Pakito: Ah, pues qué pequeñitos los días... vaya mierdecilla de unidad de tiempo.
Cerro: Sí, ya te digo: una caquita.
Pakito: Un truñín de tiempo.
Cerro: Eso. Bueno, el caso es que, como te decía, estaba yo comprando en el Día, cuando me encontré al alcalde, que me preguntó si había visto a su hijo.
Pakito: ¡Ah! ¿Y qué le dijiste?
Cerro: Le dije: “Yo no, pero Pakito sí”.
Pakito: Sorprendente.
Cerro: Sí. La vida te da sorpresas.
Pakito: Sorpresas te da la vida.
Cerro: ¡Ay Dios!

Pues eso

Pues eso

¿Que el cartel se parece al de la otra vez? Pues sí, mira, va ser que sí.

¿Os habíamos dicho que...

¿Os habíamos dicho que...

el DOMINGO
3 de Abril de 2005
a las 20:30

Los Cuenteros representan su espectáculo "Cadáveres y piruletas" en:

Bar de copas Ilyendil
Plaza Fonsagrada num. 5 (Junto a la Vaguada)
Madrid

(Metro Barrio del Pilar)?

Pues si lo dije lo repite, que luego os olvidáis y pasa lo que pasa, que la gorra se queda vacía vacía y no puede ser.

El cuento de las zapatillas voladoras

El cuento de las zapatillas voladoras

Cerro: Éste no es uno de esos cuentos en los que no salen zapatillas voladoras. Los cuentos de hoy en día no tienen en cuenta la importancia de las zapatillas voladoras, y eso no nos gusta a los Cuenteros, ¿verdad, Pakito?

Pakito: Verdad.

Cerro: No, no nos gusta nada a los Cuenteros que se subestime a las zapatillas voladoras, con todo lo que ellas han hecho por nosotros.

Pakito: Sí, todo lo que han hecho ellas por nosotros.

Cerro: ¡Uh! Ya te digo. Inventaron la velocidad, sí, pero no quiero hablar ahora de la velocidad ni del tocino.

Pakito: ¡Uh! Te entiendo. Te entiendo y te doy la razón.

Cerro: Haces bien. El caso es que yo tuve unas zapatillas voladoras hace mucho mucho tiempo.

Pakito: Las tuvo.

Cerro: Eran geniales y servían para andar con los pies vestidos.

Pakito: ¡Menudas zapatillas voladoras eran ellas!

Cerro: Nunca las usé para volar.

Pakito: Nunca.

Cerro: Pero eran voladoras, lo sé, lo supe siempre. Nadie me lo dijo, pero yo lo sabía...

Pakito: Yo también lo sabía.

Cerro: Sí, Pakito también lo sabía.

Pakito: Y tú, Cerro, tú también lo sabías.

Cerro: Sí, lo supe siempre. Eran unas zapatillas voladoras. Un día lo comprobé. Las lancé por un acantilado y ¡vaya si volaron!

Pakito: ¡Uh! ¡Vaya si volaron!

Cerro: Hasta caer al mar.

Pakito: ¡Chof!

Cerro: ¡Chof! Y se ahogaron...

Pakito: Bueno, no se ahogaron.

Cerro: Sí, es cierto, no llegaron a ahogarse, no tuvieron la oportunidad de ahogarse, las pobres.

Pakito: Se las comió el tiburón Alfredo.

Cerro: Malvado...

Pakito: ¿Qué dices?

Cerro: Digo que el tiburón Alfredo fue un malvado, por comérselas.

Pakito: No, hombre, no. Alfredo es sólo un tiburón, un ser acuático-marítimo y comebañistashumanos que, a veces, se come lo que le echen, hasta unas zapatillas voladoras.

Cerro: Pues porque el tiburón Alfredo soy yo, que si no, me iba al Manzanares y le cazaba con una trampa para atrapar tiburones.

Pakito: ¿Un cepoatrapatiburones?

Cerro: Eso mismo.

Pakito: Eres grande, Cerro.

Cerro: Tú más, Pakito, tú más.

Pakito: Sí... oye, cuéntame lo que hicieron las zapatillas voladoras antes de morir masticadas por los temibles dientes del tiburón Alfredo.

Cerro: ¿Lo que hicieron?

Pakito: Sí, eso tan fantástico que me contaste que hicieron, cuéntamelo otra vez.

Cerro: Salvaron cien vidas.

Pakito: ¡Sí!

Cerro: Salvaron mil vidas.

Pakito: ¡Claro!

Cerro: Apagaron un edificio en llamas.

Pakito: ¡Oh!

Cerro: Escribieron el Quijote.

Pakito: ¡Tomá!

Cerro: Inventaron el ordenador.

Pakito: ¡Guau!

Cerro: Y la tortilla de patata.

Pakito (enfático): Y volaron.

Cerro: No... eso nunca.

Pakito: ¿No?

Cerro: No... es que eran unas zapatillas voladoras muy humildes... no les gustaba fardar.

Pakito: ¡Qué grandes fueron!

Cerro: Ya ves, un 48 y medio.

Pakito: Y eran rojas.

Cerro: Sí, desteñían a mi osito en la lavadora.

Pakito: Y cuando las chupabas sabían a mermelada de fresa.

Cerro: Y me arropaban por la noche...

Pakito (con los brazos abiertos): ¡Qué buenas eran las zapatillas voladoras!

Cerro: ¡Un aplauso para ellas!

Pakito: ¡Eso, y otro para nosotros!

DOMINGO, 3 DE ABRIL

DOMINGO, 3 DE ABRIL

DOMINGO
3 de Abril de 2005
20:30

Los Cuenteros representan su espectáculo "Cadáveres y piruletas" en:

Bar de copas Ilyendil
Plaza Fonsagrada num. 5 (Junto a la Vaguada)
Madrid

(Metro Barrio del Pilar)

¡Hale, otra vez a vivir!

Teléfono estropeado

Teléfono estropeado

Seguramente, ustedes conocen ese juego: alguien susurra una frase al oído de su vecino, éste la repite al oído del vecino, y así sucesivamente, hasta llegar al último, que dice en voz alta: “Verónica, hijita, pero qué fea eres”, y eso resulta muy gracioso porque la frase original era “Si tú me dices ven lo dejo todo”. La frase, misteriosamente, va mutando de oído en oído y de boca en boca, y esto es causa de regocijo inmediato y honda preocupación después, porque resulta que el mundo es un caos, y uno con estos pelos.

Algo similar ocurre en el País Absolutamente Imaginario. El fiscal presenta la “prueba documental A”, el jurado, a instancias de juez, observa el “documento probatorio 1”, el alguacil se encarga de recoger la “Prueba 1”, y se la entrega al guardia jurado, que se encarga de llevar el “Legajo 3001-2-B” al archivo y entregárselo al encargado, quien lo mete en una bolsa y saca “la basura”. La prueba acaba siendo “residuo sólido” o vaya usted a saber qué, pero no acaba ahí la cosa.
No, esto no ha hecho más que empezar: el poderoso y malvado gran duque o lo que sea se libra de la justicia porque faltan pruebas que le incriminen, y la gente se enfada y se subleva. La consigna es derrocar al gobierno, y para ello la plebe se hace con palos y otras armas, pero al final la gente acaba pegando una paliza al alcalde, robando gallinas, meando en las farolas, y organizando campeonatos de mus.
Entonces el primer ministro respira tranquilo, el país está en calma de nuevo, el Emperador no se ha empeñado en mostrar su traje nuevo (hubiera sido bastante desagradable), y nadie se ha acordado de que vive en un país absolutamente imaginario.

Tales cosas pasan en tales países. O eso me han contado, aunque quizá realmente me han contado otra cosa.

CUENTEROS Y DARDEROS

CUENTEROS Y DARDEROS

No, si ahora resulta que Pakito, además de un cuentero excepcional (por algo es el número 2), es un dardero acertadísimo. Tan acertado ha estado esta noche que nos ha apalizado al Cuentero sin papeles, a Kris, a Sofi y a mí. Y encima el muy canalla ha escondido el botín de la gorra. ¡Pakito, que no era así! ¡Que en el guión que teníamos era yo el que me quedaba con la pasta!

Las jirafas tienen el cuello tan largo...

Las jirafas tienen el cuello tan largo...

Las jirafas tienen el cuello tan largo por definición, eso me quedó bien clarito el otro día. Ahora bien, ¿quién hizo la definición de las jirafas?, ¿qué extraño o cómico-extraño ser podría estar interesado en definir a las jirafas así, con el cuello largo? Yo creo que fue un vendedor de corbatas, sí, uno de esos currantes que van a comisión, que necesitan vender y vender para ganar algo de pasta extra a final de mes o, quizás, para que les cuelguen su foto enmarcada de "Vendedor del mes" en un marco del Todoauneuroomás. Un vendedor de corbatas, un maldito vendedor de corbatas a comisión: el diablo de las jirafas.

Hace un par de días me crucé con una jirafa joven, de unos seis meses, y ya contaba que llevaba semanas con tortícolis, la pobre. "Tiesa, todo el día tengo que estar tiesa como un mástil si quiero conseguir alguna hoja que me quite el hambre", lloraba desconsolada y, a la vez, llena de rabia e ira, seguramente pensando en el maldito vendedor de corbatas que las definió. Se llamaba Curri, era una jirafa jovenzuela y salsera, que eso sí, contoneaba su cuello que daba gusto.

Algo bastante similar sucede con los muelles. ¿Qué me dicen de los muelles? Claro, no me dicen nada, a ustedes estas cosas no les importan, qué les van a importar, pero yo les voy a contar de todas formas lo que pasa con los muelles, porque soy así de cuentero. Todos odian a los muelles. Se rompe un juguete y mil muelles atacan simultaneamente al indefenso niño. Estamos tratando de reparar una radio, cuando de pronto un muelle traidor sale volando, se esconde en cualquier remoto rincón, y ya no podremos jamás reparar la radio, todo por el malvado, maldito muelle. Pero ¿qué culpa tiene el muelle, en el fondo? ¡Imaginen vivir siempre sometidos a tal presión! Y es que el muelle, si uno analiza la cuestión hasta sus últimas consecuencias, no es más que un alambre maltratado. El muelle quiere volver a ser recto, no quiere ser retorcido. Desea escapar a la condena que le ha impuesto un perverso ser con pinzas de retorcer. Por eso se impulsa adelante con la rabia ciega que saca un ojo al tierno infante o nos obliga a comprar una radio nueva.

Por cierto que no hay nada más triste que un muelle en reposo. Cuando ya se ha estirado todo lo que ha podido, por fin libre de la tensión que le aplastaba... se da cuenta de que ya para siempre su cuerpo está mutilado, y su alma se ha convertido en un alma perversa y en espiral. Un alma de muelle. Jamás podrá acceder a la sociedad de los nobles alambres rectos que a veces, como burlándose sutilmente de sus congéneres menos afortunados, trazan una leve parábola. Porque ellos pueden.

¡Hay que ver cuánta perversión existe en el mundo! Podría hablarles también de los cuidadores de bonsais, que hacen pequeñitos a los árboles. ¡Imagínense! Eso tiene que fastidiar mucho, naturalmente... Caramba, es cuestión de dignidad...

Peores son aquellos nefastos individuos que tienden a juntar bonsais y jirafas. Esos sí son odiosos. Como si no fuera suficiente castigo para cada uno de estos seres el que sufre cada uno por su lado, los juntan para joder un poco más a la Madre Naturaleza. Claro, la jirafa con su enorme cuello, cuando quiere comer las hojas del bonsai, que no levanta dos palmos del suelo, debe retorcerse cual muelle, con gran dolor de cervicales. Y si alguien cree que esta incomodidad de la jirafa beneficia al arbolito ¡qué equivocado está! No: lo que es llegar a las hojas, la jirafa acaba llegando. Y como el bonsai es pequeñito, se queda enseguida sin hojas, ¡y no vean cómo jode!

¿Y de los vendedores de martillos qué me dicen? Ésos sí que son malvados y malandrines. Todo el día intentando vender un martillo tildándolo de asesino. Los niños-clavos los odian, y los temen. Un martillo, por sí solo, no es mala gente, si por él fuera, ningún clavo ni clavito tendría que morir ahogado en una pared o en un tablón de madera y con dolor de trasero. Sin embargo, los vendedores de martillos, que también van a comisión, nos hacen creer que para eso están los martillos, para asesinar clavitos. ¡Ay del día que los clavos y los martillos unan sus fuerzas! ¡Quisiera yo ver a un vendedor de martillos entonces!, seguro que acababa bien clavadito en cualquier pared o en cualquier tablón de madera. Y como se les unan las jirafas ya ni os cuento, los vendedores de corbatas acabarían ahorcados, con su prenda preferida clavada en cualquier pared, enmarcados en un marco de Todoauneuroomás y en su propia infamia. Sería curioso, sí, y es que los vendedores a comisión suelen ser fastidiones por definición.

ÚLTIMAS NOTICIAS

ÚLTIMAS NOTICIAS

¡Pakito ha pagado la cuota de socio número 1 a Cerro! Según fuentes fidedignas y cómico-extrañas, Pakito ha firmado y ha apostado por la nueva Escuela Literaria Cómico-Extrañista, con Cerro como Fundador y Co-Fundador, cediéndole todos los derechos de las recaudaciones gorriles de aquí al 2010. Si es que este Cerro es un angelito, hasta Pakito lo tiene claro.

Más majo que las pesetas, que dirían los Rolling Stones Magosdelcine.

Por cierto: El de rojo se ha puesto un jersey negro, con lo que ahora no se sabe qué prenda lleva roja.

BAR YLIENDYL Una noche mágica

BAR YLIENDYL Una noche mágica

Los Cuenteros pasaron una noche mágica acompañados de un público de fábula. Un público de los buenos, de ésos que se chupan kilómetros y kilómetros para ver una actuación de "aúnnosesabequé" y que luego, encima, te aplaude y te echa dinero en la gorra y te felicita y te hace feliz y te hace sonreír como sonríe un niño cuando le compran una piruleta de fresa.

Estimados amigos y familiares, querido público y "Elderrojo", muchísimas gracias por ser mejores que una piruleta de fresa (y mejores que dos piruletas de fresa). Pakito y Cerro hoy somos más altos y más guapos y más listos y más todo gracias a vosotros. Besos.

Fue una noche mágica, sí, de magia cómico-extrañista y cuentera, y de magia mágica, de abracadabra y pata de cabra, y sombreros que se llenan de pasta, y de pasta que desaparece del fondo de los sombreros, y de mágicas transformaciones en tigres robertos, quijotes, sanchos, bebés y ositos de peluche, y más cosas donde va a dar muchas más, y de avatares que se convierten en rostros y sonrisas, nicks que se convierten en nombres, cuenteros indocumentados que se convierten en el de rojo y palabras que se convierten en voces. La noche es cómico-extraña a veces, y por extensión de vez en cuando la luna, los conceptos abstractos, y dos cuenteros actuando para un público cómico-extraño y variopinto. ¡Qué tiempos aquellos, Cerro, qué tiempos! ¿Recuerdas cuando venía gente de Murcia, de Granada, de Toledo, de Valladolid, de todas partes, a vernos? ¿Recuerdas que los cuenteros no pagábamos las cañas en el bar Ilyendil porque lo nuestro iba aparte? Ah, ¿qué fue ayer? Es verdad, fue ayer, ¡pero qué tiempos ayer! Qué tiempos ayer, y que nunca digamos "qué tiempos aquellos" con nostalgia, porque creo que esos tiempos (¡qué tiempos!) ya estarán con nosotros para siempre. Fue una noche buena que no una nochebuena. Los fans de James Dean volvieron a tener madera de fan por una noche, una noche cómico-extraña de verdad, y una noche para dar gracias hasta ponerse pesadito, hasta que parezca que hemos ganado un Oscar, hasta luego.

BAR ILYENDIL 2: el de rojo

BAR ILYENDIL 2: el de rojo

Como siempre tiene que haber uno de rojo (hay que joderse), siempre conviene que el de rojo sea Chus con una chaquetilla roja que le ha prestado Kris, y con una paciencia infinita.

Chus recibe llamadas telefónicas cuando estamos comenzando la actuación, pero sólo porque quiere darnos la excusa perfecta para meternos con el de rojo. Ni siquiera intentó rompernos las piernas, ni nada por el estilo.

Chus es un bendito, es un amigo, y tiene una paciencia...

1ª ACTUACIÓN

1ª ACTUACIÓN

¡La noche del sábado 5 de marzo de 2005 los cuenteros han realizado su primera actuación!

Casijuán Casigonzález.

Casijuán Casigonzález.

El día que llamaron de la NBA a uno de los enanos del circo que había montado, supe que esto de llamarme Casijuán no era algo irrelevante. Llamarse Casijuán Casigonzález Casidelossantos y Casimontoro, es algo que marca la vida de uno, o de dos inclusive, que es lo que tiene el “clusive”, que si dos ya están justos, y encima marcados, pues se cortan las alas de la libertad del espacio vital y eso. Yo no fui un niño, fui un casiniño con una casimadre, y un casipadre al que casi conocí, pero se marcho de casinos, y así hasta la fecha. En el colegio casi aprobaba, la época del colegio fue una época dura, y siempre era el arbitro en los partidos del recreo. Y así siempre, o casi siempre, porque el casi es mi tercer cromosoma. Hubo un tiempo en el que mi cromosoma favorito era uno que tenía de Maradona, firmado por él. Me salió en un Phoskitos, el cromosoma, no Maradona. A Maradona le conocí en la Línea de la Concepción, allí me firmó el cromosoma, antes de un partido. Menos mal que se fue pronto de esa afable, pero amigable ciudad, porque la gente ya comenzaba a llamarla sólo La Concepción, y de ahí a la Concha hay un paso, y si sólo hay un paso hasta la Concha, es que estamos en Donosti, o cerca...
Pues eso, que el cromosoma “casi” es el que se impone en el árbol genealógico de mi patio neuronal, que no debe de ser muy privado, porque escucho voces que me dicen que asesine amistosamente al prójimo. Casi me casé con mi novia de toda la vida, casi me entregó su virginidad tras once años de vida casi monacal, y casi me escapo de los trompazos de su padre cuando supo que la niña andaba embarazada. Como casi siempre, yo no era el padre. El "casi" es mi “modus-vivendi”, la niña me puso los cuernos, y perdió su virginidad, con un tal Casimiro, y casi no me entero si no es porque un día me vi en una corrida de toros en la tele, y no estaba entre el público, sino que estaba en la arena diciendo “muuu” , y casi ya muerto. Cambiar de canal me salvó la vida, pero me alejo de las plazas y los aplausos, que son como una droga dura cuando te pega en la cabeza.
Después de los ruedos cualquier cosa es poca, así que me intenté hacer noble, y tuve que elegir entre gas, o susto, y me hice conde de Casiragghi. Esto de la nobleza me duró poco, justo hasta la Revolución Francesa, ahí ya me hice de cruces, pero sin que me vieran para evitar la horca, y me llamé Robespierre. Casi coló el cambio, pero tuve la mala suerte de tener una manía que me delataba; llevaba la mano en el pecho, ligeramente escondida tras la apertura de la casaca, y esto me perdió. Un día estaba en una taberna, ahí, con mis compañeros de revolución, y tal. Un tipo que había pidió un coñac Napoleón, y yo sin darme cuenta dije ¿qué? al oír Napoleón. Uno que fumaba en pipa, y se llamaba Sherlock Holmes me dijo, al escuchar mi “qué” : -si tu eres Robespierre, yo soy la Reina de Saba- y como la Reina de Saba sabían todos que no era, porque llevaba gorra con orejeras, pipa en la boca, y a un tipo al lado que se llamaba Watson, basica, o elementalmente, pues me tuve que escapar acusado de ser clon sin célula madre... Bueno, casi me escapo entero, primero me cortaron la cabeza, y luego me dijeron que lo mismo ahora me admitían en el Vaticano, de cardenal general de estrategias anticonceptivas. Al final fue que no, pedían experiencia y encefalograma plano...
Unos de los mejores años de mi vida fueron en la catedral de Notre Dame, cuando hice de Casimodo para la Walt Disney. Yo era el que doble de Cuasimodo en las escenas peligrosas. Fue duro, sí, pero después de lo de las plazas y los aplausos toreros, esto fue lo mejor. Hasta casi me tiré a la Sirenita, la tenía boba, ahí la tía, siempre llamándome merluzo, pero siempre sin abrirse de piernas la muy puta...
Después vino lo del circo, un circo montado casi como dios manda, con sus artistas, sus animales, sus presentador gordo de rojo, su nombre de circo, y su casi carpa. Sí, ese fue el primer problema, la casi carpa. Encargué la carpa por teléfono, y tuve la mala suerte de encargársela a una empresa que sólo usaba tam tam. Pasó que la conversión de línea telefónica, a tam tam, pues que pierde fuerza, además de que se me cruzó la línea con Maradona que estaba llamando a una tiendas de carpas para que le hiciesen unos pantalones. Escuchar un “hasta luego pibe”, “sssniiiffff”, y cortarse la comunicación, fue todo uno. El caso es que la carpa que me mandaron, pues me la mandaron por tam tam, y el tam tam no puede transportar más de medio kilo de peso. Total, que cuando llegó la carpa al circo, se la pusimos a una señora inglesa en la cabeza, a modo de gorro de lluvia, y le vendimos la única localidad cubierta que durante algunos años tuvimos en el circo.
Ahora ya me he acostumbrado a casi vivir bien, tengo un trabajo casi adecuado, trabajo de esperador... Pedí puesto para el teléfono de la esperanza, por eso de que no quería más tam tam, y como no tenían ya, perdí la esperanza, y me desesperé. Casi me mato, pero unos señores que son cazatalentos me vieron, y pasaron de largo. El que se paró fue un señor que me vio en mi desesperación, y me dijo que lo mejor para curarla era esperar, y esperé. Casi fueron diez años de espera, hasta que me llamaron de la oficina del paro para ofrecerme dejar de estar parado. Yo les dije que eran tantos años ahí, esperando parado, sin casi hacer nada, que opinaron que casi era mejor mandarme a un puesto de esperador que había libre, y ahí estoy ahora. Bueno, ahí no, aquí, pero que es ahí. Pues sí, trabajo esperando a una persona que casi coge el tren todos los días, pero al final no puede, y aquí ando de estación en estación, casi sin parar, esperando su no llegada. Es divertido, sobre todo en semana santa, esos días me suele tocar esperar a un casimilagro. Los casimilagros son hechos inexplicables que suceden cuando se tiene fe. A un señor que iba a morirse casi le salva la vida un casimilagro, el señor tuvo fe, y casi se salva. Si además de tener fe, hubiese tenido esperanza, o caridad, seguramente se habría salvado, pero por ateólogo, se quedó fiambre.
Bueno, pues esta es mi vida, o casi toda, espero no haberme equivocado al contarla casi, casi no me acuerdo de muchas cosas, sobre todo de las que me he tenido que inventar.
Ah, y también casi fui cuentero...

© Casijuán Casigonzález Casidelossantos y Casimontoro (esperador titulado)

Historia triste

Historia triste

Esta es una historia muy triste, pero muy triste. Es de esas historias que hacen de llorar. Pero no hacen de llorar de alegría, no, hacen de llorar de mocos.

Yo tenía una chica.
Era una chica muy buena.
(Tres pitos cinco)
Pero jugador de chica, perdedor de mus... y me dejó.

Traté de pegarme un tiro en la sien, pero me salió el tiro por la culata, y me lo pegué en el pie. Entonces, decidí ahogar mis penas en el parchís y el juego de la oca. Y de oca en oca, no me pegué un tiro porque se me lleva la corriente.
Y me ahogué. Yo quería ahogar las penas, pero me ahogué entero bajo el puente. Qué mala pata. La vida es triste cuando te pegas un tiro en el pie.

Sí, ésta es una historia triste, una historia de mocos, de mocos y de llorar, de llorar y de dolor en el pie, ¡que no veas lo que duelen los pies cuando te pegas un tiro en los pies! Mucho más, sin duda, que cuando te pegas un tiro en otra parte del cuerpo. Duelen y notas cómo se pasa el aire por el agujero del pie. Y si te ahogas es peor, porque se te mete el agua por el agujero. Y si te dejó la chica es peor, porque te quedas solo y lleno de agua y solo con tu soledad.

Soledad me hacía mucha compañía, pero cuando se fue, me quedé solo, solo y sin Esperanza.

Esperanza era otra. Era La Otra. Soledad era La Una. Y me quedé más solo que la una. Más solo que Soledad, que se fue con Esperanza. Se casaron y tuvieron una hija. Ahora soy niñero, el niñero de Dolores, la hija de Soledad y de Esperanza. Cuido de ella por las noches mientras juego a las tabas con mis amigos. Al mus ya no jugamos, porque ellos tienen chica y no quieren perderla al mus, que quien apuesta, ajos come, y ellos comen mejor cuando van a cenar de restaurantes caros con sus chicas. Luego me quedo en casa, con Dolores y con dolores, con la hija de Soledad y Esperanza y con el dolor de pie y el de los pulmones, más que nada, por eso de haberme ahogado mientras jugaba a la oca.

Esta historia es de llorar, y si usted no está llorando, es usted un insensible y un desaprensivo.

Esta no es una de esas historias en las que salen tigres y tiburones. Los tigres y los tiburones no saben jugar al mus, y además a Dolores no le gustan, porque prefiere las arañas. Las arañas son como los gatos, porque arañan, pero no hacen miau, sino ñiñiñi. Y yo hago fufufu. Porque no me gustan las arañas, ni me gusta Dolores, ni me gusta esta historia tan triste.

Las arañas más tristes son las que son viudas, las viudas negras que son viudas son más tristes que las arañas más tristes. Tienen ocho patas, como las demás arañas o dos perros, pero además tienen tela de araña como Spiderman. Trepan por las paredes, trepan por los techos, trepan por tu camisón y tu pijama, trepan que te trepan y te atrapan en su red de araña de Spiderman y te muerden y te pican y dejan a tu pareja viuda y a la hija de Soledad huérfana y sin Esperanza, cuando pican a Esperanza. Las viudas negras hacen ñiñiñi y son las arañas más tristes y más malas. Pero más malas son las abejas. Y más mala es la Soledad, y más mala es la Esperanza cuando acaba con Soledad, y yo me quedo más solo que la una y que la otra, y encima tengo que cambiar los pañales a una cría aracnofílica que se hace caca barroca. Marrón, caca marrón, caca marrón y triste, como esta historia.

Esta historia no es una historia alegre, una de esas historias en las que salen cosas rojas que botan y te hacen sonreír, no es una de esas historias en las que no salen arañas, no es una de esas historias en las que sale una profesora de Inglés argentina que es una reina de incógnito, o no tan incógnito, pero sin sangre azul, que la sangre azul da un poco de grima, porque parece que te has ahogado bajo el puente, que tenías agujereado el pie, y que se te ha llenado la sangre de agua, de agua azul. Azul como el pescado azul, que es ese pescado blanco que se ha ahogado en el mar o en el cielo, pero en el cielo sólo cuando éste es un cielo azul, como el mar azul, como los ojos azules de Sofía, mi amante de legal de Cerro y mi amante de affaire de Pakito.

Esta historia de soledad, de esperanzas engañosas y pies agujereados, no puede ser una historia con k. No es una historia sobre Kris, no es una historia sobre las sonrisas, sobre miradas llenas de caricias y cosas buenas, malicias y macarradas, y macarrones con chorizo en menús del día regados con vino tinto con burbujas, con alegría burbujeante de menú del día. Es una historia triste, no es una historia insulsa ni pseudoprogre trasnochada, no es una historia afable, ni es un viaje en coche a ninguna parte (salvo posiblemente a las risas y el buen tiempo), no es una historia sobre Chus. Además, en esta historia salen arañas que hacen ñiñiñi y abejas que comen carne de caza. Es una historia triste como estar en la cárcel sin la Piporra a tu lado, como una contraportada maldita.

Para terminar hay que poner algo así como: si usted todavía no ha llorado - querido Sr. Noche, sabemos que usted sí ha llorado a moco tendido - es usted un caso perdido o no encontrado, o bien es usted una buena persona o una persona buena de ser y de estar.

¿Robar piruletas de fresa es malo?

¿Robar piruletas de fresa es malo?

El otro día me compré una piruleta... vamos, más que comprármela, la robé.

Sí, lo sé, robar piruletas de fresa no está bien, que luego te ven los niños pequeños y se ponen a robar y a robar...

Y, claro, ¿qué pasa? que entran en Prenatal montados en sus carritos de bebé y armados con un par de metralletas por mano y dicen: "¡Manos arriba, esto es un atraco!". Y si el dependiente de Prenatal resulta o resultase ser manco, pues se ve en ese instante incapaz de levantar las dos manos y los nanos van y lo fríen a tiros. Luego limpian la sangre del suelo, el Médico-bebé extrae todas las balas del cuerpo del manco difunto (y medio difuminado) y se lo comen con un poquito de limón y un biberón de vino tinto.

Y pasa lo que pasa, que los mancos se ponen en huelga y van por la calle manifestándose con el brazo en alto (los mancos de un brazo, que los de dos no levantan ningún brazo). Y nos cortan la calle y hay unos atascos impresionantes. Por fin, el agente de tráfico te deja arrancar, después de tres cigarros (y disfrútalos, que van a prohibir fumar en los coches), y aceleras aceleras y, ¡cataplás! que has atropellado un carrito de bebé, que no lo habías visto. Y nada, te bajas del coche, miras al bebé en el suelo, miras las metralletas que llevaba, miras las bolsas de Prenatal, las coges y piensas: "pues ya tengo regalo para mi sobrinito". Y te largas tan contento.

No, si al final, resulta que es bueno eso de ir por la vida robando piruletas de fresa.

Así es el mundo

Suceden tantas cosas que uno no se hubiera imaginado que pudieran suceder.

Se cierra una puerta en la casa de al lado, al rato oyes unos ruidos bastante desagradables, que siguen y siguen, piensas que vaya mierda de paredes que hacen hoy en día, que se oye todo, piensas que no hace falta ser tan escandaloso, piensas que no hace falta restregarlo, aguantas aún un rato pero (más tarde o más temprano) te pones a dar golpes en la pared, te responden con un insulto, respondes con otro pero ya no te hacen caso y siguen haciendo ruido, más y más ruido toda la noche, y a los nueve meses tienes un nuevo vecinito.

Has olvidado completamente a aquella persona que conociste hace muchos años, en una ocasión poco importante, pero te acuerdas de la ocasión, tan poco importante como la persona, pero te acuerdas, de la persona no sabes nada, ni la reconocerías si la vieras, pero esa persona ha seguido existiendo todo este tiempo (¡tantos años!) y ahora estará en algún lugar.

Pasarán los años, y morirás.

Alguien dijo “Hasta la victoria siempre” y le derrotaron.

El que te mira en el vagón de metro, contra todo pronóstico, es tu prójimo.

Aquel lugar sepultado en tus recuerdos, aquel lugar que has intentado recuperar, ya no es el mismo, ha cambiado, la vida es continuo devenir, te dices, una y otra vez te lo dices, pero vuelves, de todas formas vuelves, algo te dice que no debes, pero algo te dice que debes volver y vuelves, y caminas por calles que ya no reconoces, llenas de extraños, aún más ajenas que otras calles del mundo precisamente por ser aquellas mismas calles que tantas veces recorriste y entonces de pronto una esquina y entonces de pronto unas palabras que te dijeron hace mucho tiempo, un perfume, una brisa que es la misma de hace diez años, podrías jurarlo, la misma.

Dicen que todos los caminos llevan a algún lugar, este por el que caminas parece que no, sigues porque quién sabe, sigues porque aún es posible, sigues porque qué remedio, miras a tu alrededor y te preguntas si ya estás en algún lugar, pero no, sigues en ningún lugar, y sólo alcanzas a ver las formas huidizas de los habitantes de ningún lugar (ratones de campo, abejorros, personas, perros...) que pasan rápidamente porque siempre tienen prisa para llegar a algún lugar, y bueno, sigues, el camino sigue y por eso sigues, por eso y porque quizá algún día.

En fin, el mundo es eso, es de pronto una esquina y de pronto otra cosa, es buscar y buscar y quizá algún día estés en algún lugar, al final del camino (o en medio, quién sabe, ¿y si ya estás y no te diste cuenta?), y la cuestión es que morirás al cabo de los años, pero aún no, y entonces ves a alguien que quizá sea, pero no, porque ha mirado hacia otro lado, o ha bajado la vista y se ha puesto a leer el periódico, que le cuenta tantas cosas que pasan por ahí o dicen que pasan por ahí, así que no debe ser, pero es posible que sí (te ha mirado, ha sido sólo un momento pero jurarías que te ha mirado, que sabe que existes), siempre queda la posibilidad de que sea tu prójimo, y aquel lugar sigue ahí, aquella persona a la que no conoces se esconde en algún piso de los suburbios, y, en definitiva, uno va ganando victoria tras victoria mientras sigue vivo, porque sigue vivo, y al final sólo hay una derrota de la que no te recuperas.

“Es un mundo mágico, puedes hacer una canción”
(Los toreros muertos)

Y esa es toda la historia.

SUPERHÉROES Y FANTASMAS

SUPERHÉROES Y FANTASMAS

Cerro - Hola Pakito, ¡cuánto tiempo! ¿Qué hay?
Pakito- Pues ya ves, nada nuevo.
Cerro - Joé, pues yo acabo de cruzarme por la calle con un tigre que corría detrás de un niño.
Pakito- ¡Ah, ya! Se llama Roberto. Y come niños (humanos).
Cerro - ¡Hum! ¡Qué tigre más raro!
Pakito- Cosas más raras se han visto.
Cerro - Sí… eh… ya ves. ¿Recuerdas al Superhéroe Bombilla?
Pakito- ¡Ah! ¿A Bombillaman?
Cerro - El mismo. Ése sí que era raro.
Pakito- Sí, pero no veas cómo iluminaba, y lo bien que nos venía cuando había apagones.
Cerro - Sí… La verdad es que era un Superhéroe muy lúcido.
Pakito- Sí, muy lucido.
Cerro - Un lucero... Un solete.
Pakito- Jejé, había quien lo llamaba Luciérnagaman.
Cerro - ¿Y cuando se enfrentó al malvado Velaman?
Pakito- Sí, joé, fue una pélea muy vistosa.
Cerro - Y que lo digas. ¡Qué tiempos!...

Pakito-¿Y tu mujer qué tal?
Cerro - Bien… supongo. Hace tres años que no la veo.
Pakito- ¿Y eso? ¿Os habéis separado?
Cerro - No… es que ahora dice que es la Mujer Invisible y le ha dao por desaparecer.
Pakito- ¡Caramba! ¿Pero…? (juntando los dedos índices en señal sexual).
Cerro - ¡Ah! Sí, mucho. No paramos. Todo el día.
Pakito- ¿Y cómo lo hacéis si no la ves?
Cerro - Con la mano.
Pakito- ¡Ah!...
Cerro - Y la tuya, ¿cómo anda?
Pakito- ¿Mi mano?, de maravilla.
Cerro - ¡No, hombre! Tu mujer.
Pakito- ¡Ah! Bien, bien… murió hace dos años… pero bien, vaya, está feliz. Dice que ha conocido a un hombre que le hace reír.
Cerro - ¿Eh? Miniminimini…
Pakito- Se han mudado a mi casa y se pasan todo el día jugando a las cosquillas. No puedo dormir desde entonces, no respetan el sueño ni los horarios de los mortales.
Cerro - ¡Ay! Estos fantasmas de hoy en día… ¡qué antisociales!

Cartel

Cartel

Empapelaremos Madrid :)

DON QUIJOTE (2) - TRABAJO PRECARIO

DON QUIJOTE (2) - TRABAJO PRECARIO

Sancho - ¡Don Quijote, Don Quijote!, que nos han encomendado una nueva misión.

Quijote - ¿Una nueva misión? Pero si este libro tiene ya cuatrocientos años, por lo menos.

Sancho - Ya, pero ya sabe usted que el fantasma de Cervantes no descansa nunca y como le han regalado un bolígrafo por su nuevo centenario...

Quijote - ¡Claro! Y a nosotros ni las gracias. Que si Cervantes por aquí... que si Cervantes por allá... Que si Cervantes hubiera sido amigo de James Dean... ¿Y yo qué?

Sancho - ¿Y qué me dice de mí? A vuesa merced al menos le dibujan delgado. Yo siempre he sido el peor parado. Me pintan una calabaza - (acariciándose la panza) - donde tengo una tableta de chocolate y calvas donde tengo una melena cobriza (teñida, porque yo lo valgo). ya me podía el autor haber llamado Sancho Macizo, pero no, tuvo que ser Sancho Panza...

Quijote - ¡Ah, amigo Sancho! Yo creo que eso te pasa por tener un contrato temporal.

Sancho - Ya ve, pues no se forró el fantasma de Cervantes conmigo ni , ¿no fue el listo y creó las ETTs y me puso como ejemplo a seguir?... ¡Y ni un maravedí que vi, ni un céntimo de euro que veré.

Quijote - A mí, por suerte, me dejó ser empresario vil.

Sancho - Y tan vil, a mí sólo me dejó ser servil.

Quijote - Es que este fantasma de Cervantes que nos ha tocado este último Centenario...

Sancho - Ya ve vuased, el anterior, al menos, nos daba las pagas extras de verano e invierno, éste no, éste prorratea, el muy canalla.

Quijote - ¡Tengo una idea: declarémonos en huelga!

Sancho - ¿En huelga? Pero si somos personajes ficticios, en la Constitución de los trabajadores ficticios no se contempla el derecho a huelga. ¿Que dice el novelista que nos suicidamos? Pues a suicidarse toca, y si no lo haces, pues a la cárcel de los personajes ficticios.

Quijote - ¡Qué miedo!

Sancho - ¡Y que lo diga! ¡Pues no hay malos malvados ni en la cárcel de los personajes ficticios!

Quijote - ¡Puffff! A cientos...

Sancho - A miles...

Quijote - ... Y más. Yo no pienso ir a la cárcel de los personajes ficticios, que seguro que me encuentro ahí a Pepito Grillo y me daría cargo de conciencia. Con tal de no ir a la cárcel soy capaz hasta de hacerme el loco.

Sancho - Pues tranquilo, que eso no le va a costar ningún trabajo.

Quijote - Tú calla, escudero, y cabalga en tu jumento.

Sancho y Quijote - Tocotó, tocotó, tocotó... (perdiéndose en el horizonte...).