El cuento de las zapatillas voladoras
Cerro: Éste no es uno de esos cuentos en los que no salen zapatillas voladoras. Los cuentos de hoy en día no tienen en cuenta la importancia de las zapatillas voladoras, y eso no nos gusta a los Cuenteros, ¿verdad, Pakito?
Pakito: Verdad.
Cerro: No, no nos gusta nada a los Cuenteros que se subestime a las zapatillas voladoras, con todo lo que ellas han hecho por nosotros.
Pakito: Sí, todo lo que han hecho ellas por nosotros.
Cerro: ¡Uh! Ya te digo. Inventaron la velocidad, sí, pero no quiero hablar ahora de la velocidad ni del tocino.
Pakito: ¡Uh! Te entiendo. Te entiendo y te doy la razón.
Cerro: Haces bien. El caso es que yo tuve unas zapatillas voladoras hace mucho mucho tiempo.
Pakito: Las tuvo.
Cerro: Eran geniales y servían para andar con los pies vestidos.
Pakito: ¡Menudas zapatillas voladoras eran ellas!
Cerro: Nunca las usé para volar.
Pakito: Nunca.
Cerro: Pero eran voladoras, lo sé, lo supe siempre. Nadie me lo dijo, pero yo lo sabía...
Pakito: Yo también lo sabía.
Cerro: Sí, Pakito también lo sabía.
Pakito: Y tú, Cerro, tú también lo sabías.
Cerro: Sí, lo supe siempre. Eran unas zapatillas voladoras. Un día lo comprobé. Las lancé por un acantilado y ¡vaya si volaron!
Pakito: ¡Uh! ¡Vaya si volaron!
Cerro: Hasta caer al mar.
Pakito: ¡Chof!
Cerro: ¡Chof! Y se ahogaron...
Pakito: Bueno, no se ahogaron.
Cerro: Sí, es cierto, no llegaron a ahogarse, no tuvieron la oportunidad de ahogarse, las pobres.
Pakito: Se las comió el tiburón Alfredo.
Cerro: Malvado...
Pakito: ¿Qué dices?
Cerro: Digo que el tiburón Alfredo fue un malvado, por comérselas.
Pakito: No, hombre, no. Alfredo es sólo un tiburón, un ser acuático-marítimo y comebañistashumanos que, a veces, se come lo que le echen, hasta unas zapatillas voladoras.
Cerro: Pues porque el tiburón Alfredo soy yo, que si no, me iba al Manzanares y le cazaba con una trampa para atrapar tiburones.
Pakito: ¿Un cepoatrapatiburones?
Cerro: Eso mismo.
Pakito: Eres grande, Cerro.
Cerro: Tú más, Pakito, tú más.
Pakito: Sí... oye, cuéntame lo que hicieron las zapatillas voladoras antes de morir masticadas por los temibles dientes del tiburón Alfredo.
Cerro: ¿Lo que hicieron?
Pakito: Sí, eso tan fantástico que me contaste que hicieron, cuéntamelo otra vez.
Cerro: Salvaron cien vidas.
Pakito: ¡Sí!
Cerro: Salvaron mil vidas.
Pakito: ¡Claro!
Cerro: Apagaron un edificio en llamas.
Pakito: ¡Oh!
Cerro: Escribieron el Quijote.
Pakito: ¡Tomá!
Cerro: Inventaron el ordenador.
Pakito: ¡Guau!
Cerro: Y la tortilla de patata.
Pakito (enfático): Y volaron.
Cerro: No... eso nunca.
Pakito: ¿No?
Cerro: No... es que eran unas zapatillas voladoras muy humildes... no les gustaba fardar.
Pakito: ¡Qué grandes fueron!
Cerro: Ya ves, un 48 y medio.
Pakito: Y eran rojas.
Cerro: Sí, desteñían a mi osito en la lavadora.
Pakito: Y cuando las chupabas sabían a mermelada de fresa.
Cerro: Y me arropaban por la noche...
Pakito (con los brazos abiertos): ¡Qué buenas eran las zapatillas voladoras!
Cerro: ¡Un aplauso para ellas!
Pakito: ¡Eso, y otro para nosotros!
Pakito: Verdad.
Cerro: No, no nos gusta nada a los Cuenteros que se subestime a las zapatillas voladoras, con todo lo que ellas han hecho por nosotros.
Pakito: Sí, todo lo que han hecho ellas por nosotros.
Cerro: ¡Uh! Ya te digo. Inventaron la velocidad, sí, pero no quiero hablar ahora de la velocidad ni del tocino.
Pakito: ¡Uh! Te entiendo. Te entiendo y te doy la razón.
Cerro: Haces bien. El caso es que yo tuve unas zapatillas voladoras hace mucho mucho tiempo.
Pakito: Las tuvo.
Cerro: Eran geniales y servían para andar con los pies vestidos.
Pakito: ¡Menudas zapatillas voladoras eran ellas!
Cerro: Nunca las usé para volar.
Pakito: Nunca.
Cerro: Pero eran voladoras, lo sé, lo supe siempre. Nadie me lo dijo, pero yo lo sabía...
Pakito: Yo también lo sabía.
Cerro: Sí, Pakito también lo sabía.
Pakito: Y tú, Cerro, tú también lo sabías.
Cerro: Sí, lo supe siempre. Eran unas zapatillas voladoras. Un día lo comprobé. Las lancé por un acantilado y ¡vaya si volaron!
Pakito: ¡Uh! ¡Vaya si volaron!
Cerro: Hasta caer al mar.
Pakito: ¡Chof!
Cerro: ¡Chof! Y se ahogaron...
Pakito: Bueno, no se ahogaron.
Cerro: Sí, es cierto, no llegaron a ahogarse, no tuvieron la oportunidad de ahogarse, las pobres.
Pakito: Se las comió el tiburón Alfredo.
Cerro: Malvado...
Pakito: ¿Qué dices?
Cerro: Digo que el tiburón Alfredo fue un malvado, por comérselas.
Pakito: No, hombre, no. Alfredo es sólo un tiburón, un ser acuático-marítimo y comebañistashumanos que, a veces, se come lo que le echen, hasta unas zapatillas voladoras.
Cerro: Pues porque el tiburón Alfredo soy yo, que si no, me iba al Manzanares y le cazaba con una trampa para atrapar tiburones.
Pakito: ¿Un cepoatrapatiburones?
Cerro: Eso mismo.
Pakito: Eres grande, Cerro.
Cerro: Tú más, Pakito, tú más.
Pakito: Sí... oye, cuéntame lo que hicieron las zapatillas voladoras antes de morir masticadas por los temibles dientes del tiburón Alfredo.
Cerro: ¿Lo que hicieron?
Pakito: Sí, eso tan fantástico que me contaste que hicieron, cuéntamelo otra vez.
Cerro: Salvaron cien vidas.
Pakito: ¡Sí!
Cerro: Salvaron mil vidas.
Pakito: ¡Claro!
Cerro: Apagaron un edificio en llamas.
Pakito: ¡Oh!
Cerro: Escribieron el Quijote.
Pakito: ¡Tomá!
Cerro: Inventaron el ordenador.
Pakito: ¡Guau!
Cerro: Y la tortilla de patata.
Pakito (enfático): Y volaron.
Cerro: No... eso nunca.
Pakito: ¿No?
Cerro: No... es que eran unas zapatillas voladoras muy humildes... no les gustaba fardar.
Pakito: ¡Qué grandes fueron!
Cerro: Ya ves, un 48 y medio.
Pakito: Y eran rojas.
Cerro: Sí, desteñían a mi osito en la lavadora.
Pakito: Y cuando las chupabas sabían a mermelada de fresa.
Cerro: Y me arropaban por la noche...
Pakito (con los brazos abiertos): ¡Qué buenas eran las zapatillas voladoras!
Cerro: ¡Un aplauso para ellas!
Pakito: ¡Eso, y otro para nosotros!
11 comentarios
edu -
Cerro -
Chinpon -
Santa Gesmar -
Pirómanomuñequista y/o muñequero: -
Santa María de Gesmar (again) -
Santa María de Gesmar -
Pirómanomuñequista y/o muñequero -
Chinpón -
Sofi -
Las mías sabrán a menta...
Tan Dao Vien -