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Los Cuenteros (contando cuentos desde 2004)

El tigre Roberto

El tigre Roberto
El tigre Roberto come muchos niños (humanos.)
Cuando Roberto se come un niño, hay quien se lamenta mucho (ay ay ay). También están los que se lamentan un poquito (ay). Y, por supuesto, otros eligen un término medio (ay ay).
Roberto abre su enorme boca y ¡ñam!, ya se ha comido un niño. Entonces ay, ay ay, o ay ay ay. Este último caso es bastante raro, pues se corre el riesgo de que, antes de que uno termine de lamentarse, de nuevo: bocaza, ¡ñam!, niño, y vuelta a los “ayes”. Por eso, los que se lamentan mucho optan más bien por lamentarse rápido (ayayay).

El tigre Roberto vivía en el zoológico, pero no le gustaba estar encerrado todo el día, se aburría, y decidió escaparse. Trepó una verja muy alta muy alta, y saltó al otro lado, lastimándose la patita al caer. ¡Pobre tigre Roberto! Iba caminando sin hacer ruido, como saben hacer los tigres, pero cuando apoyaba en el suelo la patita lastimada gritaba ¡ay! Iba caminado: pata derecha, pata izquierda ¡ay!, pata derecha, pata izquierda ¡ay!, y claro, el guardia de seguridad le oyó y salió a ver qué pasaba. El tigre Roberto, que no tenía ninguna intención de volver a su jaula, se comió al guardia de seguridad y se fue, tan feliz, a explorar la ciudad. Lo de la pata no era nada, y a los pocos días ya estaba como nuevo.

En la ciudad, tuvo muchas aventuras y sobresaltos, pero acabó haciéndose a su nuevo hogar. Las noches eran frías, pero descubrió las estaciones de metro, donde podía resguardarse hasta el amanecer. Los humanos se enfadaban mucho al verle, gritaban y corrían a sus casas a por palos para pegarle y echarle de la ciudad. Pero el tigre Roberto, que no quería irse, se fue comiendo a todos los que se enfrentaban con él. Cuando ya nadie se atrevía, empezó a comer niños.

Las madres (humanas) no quieren a Roberto. Si el tigre Roberto abre su bocaza y ¡ñam!, se come al hijo de Mercedes, Mercedes llora mucho y dice: ¡no es justo! Si se come al hijo de Rosa, Rosa llora mucho y se queja, y Mercedes dice: ea ea ea. Y claro, mucho ayayay.
Dicen las madres que por qué no se va a la selva a comer los bichos que forman parte de la dieta natural de un tigre, en lugar de comerse a sus hijos. Y no dejan de tener razón, pues es verdad que los tigres no suelen comer niños (humanos.) Pero el tigre Roberto ya se ha acostumbrado a su nueva dieta, y quién se atrevería a negarle a un tigre el derecho de comer niños.

Así que ya sabéis, niños: si sois malos, vendrá el tigre Roberto, y os comerá. Y si sois buenos, también.

3 comentarios

Tigre Roberto -

Yo soy el prota, pero como doy miedo a algunos miedosos humanos, pues es Cerro el que hace de mí, ¿quién si no podría hacer de mí? Le amo, amo mucho a Cerro. No os extraña, ¿verdad?

Comella -

Juajuajua este Pakito es la leshhhe ;) Muy entretenido el cuento del tigre. Saluditos :)

El adulador enmascarado -

Pero qué bonito. Pero qué bien que queda la foto del tigre con los colores de la página. Una duda: ¿lo de abajo son letras?

En fin, un abrazo, cuenteros, y contad conmigo, que para eso soy Pakito (ays, se me ha escapao)